Hoy
me gustaría hacer una reflexión sobre el uso de la autoevaluación
en la escuela.
En
mi opinión, la evaluación es una herramienta que ayuda a los
docentes y a los alumnos a darse cuenta de si el proceso de enseñanza
aprendizaje está funcionando o no, y qué cosas hay que cambiar para
que funcione mejor.
Cuando
la prueba de evaluación sólo evalúa contenidos, que son corregidos
por el maestro, para dar como resultado único una calificación,
¿qué información estamos dando al alumno? ¿Dónde reside la
objetividad de esta evaluación? ¿Ayuda esto al alumno a comprender
su proceso de aprendizaje?
Podemos
diseñar formas de evaluación de manera que los propios alumnos
puedan darse cuenta de cómo ha sido su proceso y qué resultados ha
tenido, y puedan expresar cómo se han sentido y qué cosas
cambiarían de este proceso. Esto es una información muy valiosa
para el profesor, que puede así darse cuenta de sus propias
equivocaciones y cambiar.
Cuanto
más partícipe es el alumno del proceso de evaluación, mayor es la
conciencia y la responsabilidad que toma sobre su aprendizaje. El
alumno necesita poder expresarse, poder ver dónde se ha equivocado y
autocorregirse, ser consciente de qué es lo que necesita para
aprender más y qué es lo que verdaderamente le interesa.
Una
corrección externa puede dejar malestar y poca conciencia, sin
embargo, la autocorrección permite sentir que uno mismo sabe la
respuesta correcta.
La
autoevaluación tiene que ver con la capacidad de percibirse a uno
mismo y tomar conciencia de qué cosas quiero cambiar y cómo puedo
hacerlo. Esto genera un impulso desde el propio interior hacia el
cambio.
Podemos
extrapolar este pensamiento a cosas más concretas, por ejemplo,
cuando un niño está aprendiendo a escribir. Al principio escribe
las cosas tal como suenan, ¿qué pasaría si hubiese alguien a su
lado que lo corrige constantemente? ¿Y qué pasaría si él mismo
descubriese, un poco más adelante, la forma de escribir esas
palabras? ¿Cuál es la diferencia entre un proceso y el otro?
¿Quién está activo en el primer proceso, el niño o la persona que
lo corrige? ¿Quién está activo en el segundo proceso?
Estas
reflexiones tienen que ver tanto con la escuela como con la vida
misma, con la educación en casa, con cualquier proceso de
aprendizaje, si bien sería muy interesante que los docentes
reflexionáramos seriamente sobre el efecto de las calificaciones
sobre los alumnos y su dudosa validez a la hora de facilitar el
aprendizaje.
Artículo
publicado por misait
Sara Justo Fernández
Maestra Waldorf
Formadora de maestros, especialista en pedagogía Waldorf.
http://www.sarajusto.com/
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