A
raíz de un comentario sobre mi última publicación, quiero
compartir con vosotros cómo trabajar con la autoevaluación y qué
resultados puede tener en la educación de los niños.
Al
hacer uso de la autoevaluación, el alumno empieza a hacerse
responsable de su proceso de aprendizaje. Para que realmente
funcione y sea objetiva y funcional, hay que trabajarla de muchas
maneras diferentes y desde el principio de la escolarización.
Por
ejemplo, cuando los niños empiezan a escribir redacciones, el
maestro puede leerlas y señalar cosas que deben revisar. El alumno,
al ver la palabra subrayada, suele saber inmediatamente qué le
sucede a esa palabra, por ejemplo que le falta una hache, y él mismo
lo corrige. En caso de que no lo sepa, recurre al diccionario, busca
la palabra y la corrige. En mi experiencia, he comprobado que los
alumnos mejoran rápidamente su ortografía.
Cuando
se trabaja de esta manera, el alumno implica su propia voluntad en la
corrección, siente que sabe corregir sus propios errores y asimila
el nuevo conocimiento con gran facilidad, pues es mucho más fácil
recordar algo en lo que has participado activamente, que algo que ha
hecho otra persona por ti.
Es
lo mismo que cuando vamos a un sitio nuevo en coche, probablemente
recuerdes mejor cómo llegar al sitio si la primera vez que fuiste
conducías tú, que si conducía otra persona.
Otro
ejemplo puede ser pedir a los alumnos que escriban todo lo que
recuerden sobre un tema concreto tratado en clase. Después lo
comparan con sus apuntes de la clase y escriben en otra hoja qué
cosas han olvidado. Ellos mismos ven cómo ha quedado la balanza, y
de paso, vuelven a repasar todo aquello que no recuerden sobre el
tema.
Se
puede variar haciendo que sean ellos quienes elijan el tema y después
reflexionar cuál les ha resultado más fácil y por qué.
Los
resultados suelen ser una mayor capacidad de reflexión sobre uno
mismo, mayor objetividad, mayor implicación en el aprendizaje,
mejora de la memoria y de la asimilación de los contenidos, mayor
entusiasmo por aprender y aumento de la autoestima.
Realmente
se trata de proponer formas de evaluación que lleven al alumno a
tomar conciencia por si mismo de su proceso y del resultado de su
esfuerzo. El alumno percibe que no está siendo juzgado, que el
maestro confía en sus capacidades y que es capaz de mejorar y
corregir cualquier equivocación. Y es de aquí de donde sale el
verdadero entusiasmo por aprender.
Artículo publicado por misait
Sara Justo Fernández
Maestra Waldorf
Formadora de maestros, especialista en pedagogía Waldorf.
http://www.sarajusto.com/